Cada preludio nos anticipa un acontecer posterior más amplio, más desarrollado, más inevitable si se quiere. Como el preludio a una tormenta, o a un terremoto, o a una sinfonía. Los antiguos usaban el preludio para afinar los instrumentos, luego los románticos lo convirtieron en un movimiento independiente dentro de sus partituras.
Asumimos este formato, para esta propuesta escénica que antecede la llegada de Canción de amor de un día, una composición de larga duración dirigida por Javier Corcobado.
Pequeño preludio (inmortal) es un espectáculo independiente a tan larga sinfonía, una singular creación escénica que he ido construyendo paso a paso, a partir de las experiencias, los escritos, los encuentros, las melodías, los ruidos, las dudas, que han servido de inspiración para la composición de canción de amor de un día, una idea que Javier compartió conmigo hace años, cuando andábamos por los escenarios hablando sobre el suicidio. En esta ocasión, descubro que el discurso de este preludio tiene algo que ver con la idea de romper el tiempo, una forma de renacimiento, o quizás con la intención de inventar pequeños paraísos particulares que no tienen nada que ver con las sagradas escrituras, ni con una agencia de viajes, ni con una entidad financiera.